¡Hola!
En esta entrada quiero compartirte un pedacito de mi historia, en mi camino emprendedor.

Esa nena de la imagen soy yo cuando tenía 4 años, siempre imaginativa, bastante inquieta y, sobre todo, desobediente. Por eso, de alguna manera, mi madre (mamá de 3) y mi padre debían mantenerme ocupada y la tarea no era nada sencilla, para eso, mi papá me enseñó a hacer cordones con lanitas de colores que obteníamos como sobrantes de los tejidos de mi mamá.
Fueron tantas las lanitas y tantas las maneras de trenzar que ya no alcanzaron los picaportes de casa para seguir tejiendo tantos cordones. Para ese momento, los retazos de lana se habían agotado. Entonces, tuve mi primera idea de negocio, «salir a vender toda esa producción en la vereda de mi casa». La idea inicial era ambiciosa y el resultado me permitiría comprar mucha más lana de muchos más colores.
«Aquellas trenzas y cordones eran tan hermosos y a mis amiguitas y amiguitos les gustaban tanto que seguramente se acabarían de inmediato y yo obtendría el dinero necesario para comprar mucha más lana. Con ella, mi mamá seguiría tejiendo e incluso podría vender lo que tejía y yo podría seguir combinando tramas y colores para volver a comprar lana en una cadena indefinida».

Mi primera lección emprendedora llegó casi de inmediato, salí a la vereda, expuse mi mercadería y de repente la frustración se apoderó de mí cuando me di cuenta de que los únicos interesados en el producto eran niñas y niños que no tenían dinero. Así que no vendí ni un solo cordón. Esto no me desmotivó porque rápidamente ofrecí mis productos a algunos adultos, pero al fin entendí que ninguno le iba a comprar a una nenita algo que no necesitaba.
—Lección emprendedora n°1: Sin mercado no hay negocio.
Desde entonces, he emprendido a lo largo de mi vida porque no concibo vivir de otra manera. Jabones artesanales a los 18, pintura decorativa a los 20, mi primer estudio de diseño de productos y diseño gráfico a los 22, souvenirs y papelería a los 27, maquetas para estudiantes de arquitectura y diseño a los 29, y a los 31, cofundé con mi compañero de vida mi primera microempresa de diseño que operó durante 11 años hasta que la crisis post COVID-19 nos obligó a cerrar... para ese entonces y ya con 41 años, preocupada y en medio del confinamiento, decidí aprovechar mis recursos y conocimiento para crear equipos de protección sanitaria para adultos, niños y empresas y así intentar revertir el duro golpe de la crisis económica que nos provocó la pandemia al cerrar nuestra principal fuente de ingresos. Puedo decir hoy que «sobrevivimos».
A veces me resultan incontables las ideas, los posibles emprendimientos, las ganas de hacer miles de cosas nuevas todo el tiempo; pero en sí cada proyecto, ya sea exitoso o no, me brindó experiencias y conocimientos invaluables, superando muchas de las cosas que aprendí en la universidad.
Los «fracasos», los proyectos que «abandoné», los que «nunca concreté», los que «impulsé» y los que me «valieron reconocimientos»" me llevaron a investigar, leer muchísimo y aprender a través de la práctica y la experiencia. En 2019 entre medio de otras cosas, nació la idea de crear #tuvitamina, aunque aún no tenía nombre, ya tenía la esencia de este espacio para apoyar y acompañar a mujeres emprendedoras como vos, como yo y como muchas otras.
Luego, en 2021 y gracias a haber acompañado a un par de amigxs a emprender en la industria editorial, autopubliqué mi primer libro «Cómo emprender en las Industrias Culturales y Creativas», una guía para emprender que ojalá hubiera tenido a los 20 años.
—Lección emprendedora N°2: Cada paso, cada proyecto, cada fracaso y cada éxito me ha enseñado más de lo que imaginé.

Hoy a mis 44 años y con muchas cosas por intentar todavía, espero que este resumen, no tan resumido, te sirva de inspiración para seguir adelante con tus propios proyectos.
¿Recordás cuál fue tu primer emprendimiento? ¡Contame tu historia! Dejá un comentario compartiendo tu primera experiencia. ¡Anímate a inspirar a otras!
Thank you!