
¡Hola!
Hoy quiero hablarte del Síndrome del Impostor y la Mujer Emprendedora.
Antes de comenzar, y como para aclararlo desde mi síndrome de la impostora, esto no es un estudio científico ni una tesis de ningún tipo, solamente es el esbozo de mi opinión sobre este tema, queriendo hacer hincapié en la necesidad de reconocer los desafíos que enfrentamos las mujeres al emprender; la necesidad de resaltar los logros de muchas y también, la necesidad promover, de algún modo, la igualdad de género también en el espacio emprendedor.
¿Qué es el Síndrome del Impostor y por qué se manifiesta mayormente en mujeres?
Ya es bien sabido que este es un fenómeno psicológico y que, aunque afecta a individuos de todos los géneros, se manifiesta con mayor frecuencia en mujeres. También es conocido que muchas expectativas socioculturales han impulsado a las mujeres a buscar ser perfectas en múltiples roles, esta presión cultural contribuyó, y lo sigue haciendo, a la aparición del síndrome. Desde tiempos muy antiguos las mujeres hemos enfrentado ciertos sesgos y estereotipos de género que sugieren menores competencias en muchos campos, generando en nosotras un miedo persistente a la incompetencia percibida por otras personas y con mayor intensidad por nosotras mismas.
Este síndrome, como tal, es un conjunto de síntomas que se presentan juntos y persisten ante ciertas situaciones. Su existencia se caracteriza por la duda persistente sobre las propias capacidades, el no reconocimiento de los propios logros como consecuencia del talento, la habilidad y el esfuerzo, atribuyendo esto a la suerte o a la colaboración de otras personas. También va de la mano de un terrible miedo al fracaso que empuja a las personas con este padecimiento, a buscar la perfección de aquello que intentan llevar adelante y, a menudo, oscurece caminos e impide el normal desarrollo de proyectos de personas altamente capaces.
Las mujeres, enfrentando expectativas culturales mucho más altas, experimentamos la sensación de nunca ser lo suficientemente buenas, incluso ante evidentes logros. Claro, esto va sembrando en nosotras la duda constante sobre nuestras propias capacidades y talentos.
¿Cómo afecta a la mujer emprendedora?
Algunas sensaciones internas se relacionan con sentirnos un fraude, lo que conlleva a dar un paso atrás y buscar más capacitación, que a la larga no es suficiente. Otra manera de manifestarse es sintiendo que no merecemos aquello que logramos, pero no nena, esto no fue suerte. Otras veces se manifiesta como el autoboicot, mediante el cual ni siquiera vamos a intentarlo, si está claro que no servimos para ello. Claramente todas estas emociones promueven en nosotras una baja autoestima porque, de alguna manera, con este caldo de cultivo, hemos potenciado nuestra desconfianza en las propias capacidades… Y si no creemos en nosotras ¿Quién lo va a hacer?
Este fenómeno por el cual escuchamos esa voz «malvada» que nos limita y nos cuestiona, impacta muy profundo en la vida personal y profesional, limitando la capacidad de disfrutar los propios logros y asumir nuevos desafíos. Como una especie de autoexigencia que roza el límite del no respeto por una misma y que a corto plazo se convertirá en mucho estrés y ansiedad.
¿Cómo podemos superarlo?
Existen algunas recetas que promueven la superación de este síndrome, donde las mujeres que emprendemos podemos recurrir a diversas herramientas y recursos, como las mentorías, el coaching personal, la educación y la participación en comunidades de apoyo. Se vuelven necesarias y fundamentales la terapia psicológica, la práctica del mindfulness, el establecimiento de metas realistas y la celebración de todos nuestros logros, hasta los más pequeños. También es bueno reconocer y desafiar las creencias limitantes, redefinir y visibilizar el propio éxito y buscar continuamente el desarrollo personal, todos estos pasos son claves para liberarse del Síndrome de la Impostora y avanzar hacia el empoderamiento y el éxito auténtico.
De este modo desaparecerán de nuestras mentes frases como:
—Vas a intentarlo mil veces pero, no sos suficiente.
—Vos no sabés tanto del tema.
—No tenés lo que se necesita.
—Pero date cuenta de que no vas a poder.
—Nena, no te das cuenta que solo fue suerte.
—Risa es lo que vas a recibir de los demás, nada más.
—Seguro van a llamar a otra persona.
—Vos no sabés tanto del tema.
—No tenés lo que se necesita.
—Pero date cuenta de que no vas a poder.
—Nena, no te das cuenta que solo fue suerte.
—Risa es lo que vas a recibir de los demás, nada más.
—Seguro van a llamar a otra persona.
Suelo preguntarles a mis amigas si les dirían a sus amigas o familia algunas de las cosas que se dicen a sí mismas, obviamente la respuesta es siempre un ¡no! firme y contundente, lo mismo pensé yo la primera vez que me lo pregunté a mi misma.
¡Ninguna herramienta o recurso que mencioné antes es la solución definitiva! Debemos cambiar nuestros propios discursos, las cosas que nos decimos, el modo en que nos exigimos y lo que esperamos de nosotras mismas.
Pero el trabajo no se acaba allí , el Síndrome de la Impostora no es simplemente un obstáculo personal, sino una manifestación de expectativas sociales injustas que responsabilizan a quienes lo padecen. Superarlo, no solo es un proceso personal, sino también una llamada a cambiar las narrativas sociales. Esta ventana abierta a hablar sobre el Síndrome de la Impostora busca generar conciencia y fomentar el empoderamiento.
Reconocer y abordar estos desafíos específicos es esencial para el empoderamiento femenino.
Thank you!